La liebre y la tortuga

Una liebre muy vanidosa se pasaba la vida presumiendo de lo rápidos que eran sus pies.

- Ni siquiera el Viento del Norte corre más aprisa que yo –decía-. Ningún animal del bosque puede vencerme en una carrera.

- ¡Ya estamos hartos de oírte fanfarronear! –le replicó un buen día la tortuga-. Te pasas el día presumiendo de lo rápida que eres, pero nadie te ha visto correr como dices. ¿Sabes qué?, te hecho una carrera y ya veremos quién de las dos gana.

- ¡Se te ha ido la chaveta! –exclamó la liebre, mondándose de risa.

- -¿Se puede saber de qué te ríes? –preguntó la tortuga.

- ¿Y a ti qué te parece? ¿Es que no ves que te ganaría incluso sin moverme?

- Entonces, ¿Por qué no aceptas el desafío?

- Está bien. Si no te importa hacer el ridículo… -dijo la liebre-. Vamos a echar una carrera hasta aquel árbol.

Y la liebre señaló un roble que quedaba tras una curva del camino.

- Trato hecho –dijo la tortuga.

Todos los animales del bosque se reunieron para presenciar la carrera. Cuando dieron la señal de salida, la liebre echó a correr a tal velocidad que no tardó en perderse de vista, mientras que la tortuga avanzaba pasito a pasito. Al cabo de unos minutos, la liebre miró hacia atrás y vio que la tortuga estaba muy lejos, así que se paró en seco y se dijo:

“¡Ya casi he ganado! Puedo tumbarme un rato a descansar y todavía le sacaré más de un kilómetro de distancia a esa concha con patas”.

Confiada en su victoria, la liebre buscó un lugar fresco entre la maleza y se tumbó a la sombra de un árbol. “Cuando esa estúpida tortuga se acerque, me levantaré y acabaré la carrera”, pensó. Pero la hierba estaba tan mullida y el calorcito del sol era tan agradable, que la liebre se quedó dormida como un tronco.

Mientras tanto, la tortuga seguía su lenta marcha con tanta paciencia como tenacidad. Dejó atrás el árbol bajo el cual dormía la liebre y poco tiempo después se acercaba a la meta. Apenas faltaban unos metros para alcanzar el roble cuando la liebre despertó.

“Seguro que la tortuga todavía no ha echado a andar”, se dijo la liebre. Sin embargo, al mirar hacia atrás no vio a nadie. Entonces volvió la vista hacia el roble y descubrió horrorizada que la tortuga estaba a dos pasos de la meta. Y, aunque echó a correr con todas sus fuerzas, ya no logró alcanzar a la tortuga.

- ¡Ha ganado la tortuga, ha ganado la tortuga! –exclamaron los animales del bosque-. Pero ¿dónde está la liebre?

La buscaron por todas partes durante varios días, pero nadie logró encontrarla. Se había refugiado en su madriguera, muerta de vergüenza, y no se atrevía a salir por miedo a que se rieran de ella.

Persiste y vencerás.